La imagen se observa, se lee y se
interpreta.
Al
leer el texto de Jesús Martín Barbero en "La tradición del aprendizaje",
comenta que “la escuela conserva una desconfianza sobre las imágenes, por su
incontrolable polisemia que lo convierte en lo contrario del texto escrito. Mientras
el texto escrito es legible desde una lectura unívoca, la imagen no admite la unicidad
de la lectura”
Interpretando
este material, recuerdo, además de mis prácticas, unas de mis vivencias con la educación.
En una clase abierta, en Jardín en sala de 5, en ese entonces la gran mayoría de
los alumnos eran pre-silábico y silábicos. La maestra había colocada unas imágenes en el pizarrón.
La consigna era que ellos debían decir lo que estaba allí. La totalidad participaba
y interpretaban lo que allí supuestamente decía con los conocimientos que ellos
poseían provenientes de las afueras de la institución (Aquí van algunos ejemplos).
Los
alumnos habían realizaron una lectura, una decodificación de la imagen,
empleada a partir por el consumo de los medios audiovisuales.
La
docente había utilizado y aprovechado las imágenes que circulan entorno a ellos,
como disparadoras para el comienzo de la alfabetización de los escolares. Porque
estos niños sin saber leer y escribir dominan ciertos códigos que los medios de
comunicación difunde, y según Barbero “los niños de hoy aprenden de manera
distintas que nosotros hace años atrás”.
Como
dice Ana Abramowski “Las imágenes “sirven” porque cautivan a los alumnos,
despierta su curiosidad y permite que estos no sufran con el aprendizaje. Porque
según Comenio los niños tiene sed de imágenes”
Ésta
docente romper con ese modelo de del miedo a la polisemia de la imagen pero,
ella, maneja, controla y subordina las imágenes a sus objetivos pedagógicos.
Así
mismo cuando leía Barbero pensé inmediatamente en Freire sobre “La palabra y la
imagen generadora”, en donde él cuenta,
cómo comenzó a alfabetizar a un grupo de trabajadores por la noche durante mes
y medio (y que por razones políticas de la época tuvo que abandonarlos), que con
un elemento de trabajo, es decir, sobre un elemento de su propio contexto, pudo
lograr que estos trabajadores pudieran educarse. Porque fue uno de los que inicio la alfabetización de
un modo desestructurante de una educación normalista, es decir que no se basó
en la memorización de las palabras sino, en un paradigma totalmente distinto, en
la asociación que hizo con imágenes de su propio contexto, y en la incorporación
de la imagen a las palabras. Y es justamente
lo que hizo esta docente añade imágenes del contexto de los alumnos para el comienzo
a la alfabetización, ya que vivimos en un mundo en donde se producen muchísimas
imágenes y sobretodo de muy fácil acceso.
Como
así también lo vinculo con recuerdos de mi hija cuando (Selene) sin saber leer,
ella me había dicho una vez que, en un cartel, decía la palabra kiosco, era pues
que el abuelo la llevaba todos los días al negocio por caramelo y le indicaba que
allí decía kiosco. Lo que quiero decir
con esto es que desde que somos muy pequeños, mejor dicho, antes de ingresar a
un instituto educativo, leemos imágenes de todo nuestro entorno, como los
carteles publicitarios, las imágenes de la televisión, de revistas, de libros,
que vamos interpretando y desarrollando nuestro conocimiento.
A lo
que pienso y creo que las imágenes y palabras, es muy importante (dependiendo
de cómo lo utilizamos) para comenzar el aprendizaje en la alfabetización. Es
decir necesitamos de las imágenes para leer éste mundo… ya que hoy, hay nuevas
formas de conocer y es importante que las escuelas den importancia en eso…
Los chicos
aprenden observando todo su entorno. Pregúntale
algún niño que consume bastante información de los medios ¿Qué
dicen estas imágenes?
Es otras alternativas
de aprender, Barbero dice “que necesitamos un
sistema educativo que eduque a nuestros
alumnos, ofreciéndoles herramientas necesarias para por darle sentido a las
cosas y para comprenderlas”.
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